jueves, 14 de junio de 2007

Un "Golum" latino en el METRO DE MADRID


Hace tres días (justo cerrando mis primeras 36 vueltas al sol), llegaba una vez más a Madrid. Embargado por cierto nerviosismo, después de recibir las noticias sobre los nuevos requisitos para entrar a España para los no comunitarios. Tras el trámite acostumbrado en migración, fuí abordado por un agente vestido de paisano que me solicitó los papeles e hizo algunas preguntas. Yo nervioso, mientras él, bastante relajado y majete, revisaba la improvisada y urgente "carta invitación" que Isabel me envió, el pasaporte y las tarjetas, dejando escapar una furtiva y pícara miradilla a una chica que pasaba (lo cuál agradecí, pues así distrajo su mirada de mi cara, que seguramente sería de pánico en aquel momento)
Afuera me esperaba Isa, enfundada en un hermoso y veraniego vestido verde limón que hacía resaltar la belleza de sus ojos. Aún sin digerir del todo que estabamos de pronto los dos aquí otra vez, partí jubiloso en su compañía. Decidimos tomar el metro. Yo le hablaba sobre lo sabroso que es estar en Madrid, una ciudad donde puedes andar a las tantas de la noche por las calles, trasnochar, subir, bajar, ir y venir sin preocuparte demasiado por cási nada... De pronto sentí un movimiento extraño en el bolsillo derecho del pantalón. Llevé mi mano y ¡oh, sorpresa!, encontré un par de deditos que sintiendose ágiles e invisibles intentaban sustraer mi cartera y los escasos euros que ahí llevaba. No pensé ni un segundo, instintivamente "pillé" el par de apéndices infractores que se ocultaban entre la tela de una chaqueta que burdamente los disfrazaba. Me vino el recuerdo de una situación similar, en D.F., donde conseguí retorcer los dedos del ladrón hasta hacerlo gritar. Al instante tuve una sensación increiblemente similar a la de entonces, una especie de "deja-vu" vivído en todo el cuerpo y la consciencia simultaneamente. Me llené de una decisión y una energía bastante inusuales (pues aunque el tópico obligue a lo contrario, soy en efecto un actor bastante tímido, inseguro y dudoso cuando no estoy en el escenario). Con voz firme y decidida dije algo así como: "¿A dónde vas, amigo?", a lo que el aludido respondió con una mal fingida cara de ingenuidad. No recuerdo que me contestó, pero si sé que era un balbuceo nervioso y bajo negando mi acusación. La forma en que lo dijo, fué para mí la confirmación de que intentaba robarme. Tal vez sea deformación profesional, pero tiendo a poner más atención en el "cómo" se dicen las cosas que en el "qué". El hombre quedó al descubierto ante mí con su involuntaria confesión. Tristemente, descubrí que no era español; y aunque habló bastante bajo, pude darme cuenta que se trataba de un latinoamericano. Confieso que me llené de rabia. Con voz en cuello afirmé que aquél hombre estaba intentando sacarme la cartera para que todo el vagón se enterara. Llegabamos a una estación, y el sujeto no atinó a hacer más que encojerse en un gesto muy parecido al de "Golum" y salir avergonzado y rabioso del tren.

Isabel y yo nos quedamos de una pieza. Yo hacía esfuerzos por controlar el inminente temblor que me venía tras el golpe de adrenalina. Una mujer sonreía con cara de "¡jo, que cosas se ven por ahí!" y el convoy reanudaba su marcha.

A la distancia reflexiono sobre lo acontecido y no puedo dejar de pensar en lo irónico de la vida. Yo me sentía incómodo por las exigencias legales para entrar a España, y a los pocos minutos de haber sido "interrogado" en Barajas, un latinoamericano intentaba robar a otro latinoamericano, confirmando que por comportarnos así no somos de fiar a los ojos de las autoridades migratorias. Verguenza y desconcierto para mí

Éste hombre, al que no supe ubicar por su acento (¿argentino?, ¿uruguayo?, ¿ecuatoriano mestizo ó colombiano?) no sé de dónde habrá pensado que yo venía... desde luego, no supo que era "chilango". O nunca a vivído en México, o nunca a robado en el metro de allá. Porque, desde luego, no contaba con que los "deefeños" vivímos muy alertas de los ladronzuelos que hay por todas partes y sabemos identificarlos cási siempre.

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