En septiembre de 2003 estrené con la compañía LOS CAFIOLOS en Madrid esta adaptación del clásico shakespereano en una versión muy sui-generis. El argentino Gabriel Molina (director y también psicólogo), nos propuso desde el principio una atmósfera oscura donde todos los personajes han pasado a un estado de insomnio a partir de la hibris del tirano Macbeth tras usurpar el poder derramando sangre.
El título "F51.4 MACBETH" denota el carácter de una psicopatía identificada en el código psiquiatrico internacional bajo el índice F51.4 como "terrores nocturnos". Los individuos que sufren de este mal presentan dificultades para dormir y constantes alucinaciones que terminar por destruir la capacidad de descanso. En base a esta idea armamos el carácter de cada personaje. El reino está en vela y el único remedio será aniquilar el "hechizo" que se ha posado sobre Escocia junto con la llegada de Macbeth al poder.
Las armas de los guerreros eran objetos punzocortantes cotidianos (hachas, cuchillos, hoces, trinches etc.). Elementos cercanos a cualquier ciudadano común, denotando así la peligrosidad o el "doble filo" subyacente en la psique de todo ser humano ("freudianismos" aparte).
Para el vestuario, trabajamos con propuestas colectivas y sugerencias de la vestuarista Kenza Benani, aunque más tarde fuí yo quien dió una línea definitiva a las vestimentas (sobre todo las de los personajes masculinos). Habíamos hablado de la estética decadente que deseabamos, pero necesitabamos también un punto que nos acercara a lo contemporáneo sin rozar en la obviedad. Decidimos trabajar con cuero, así que durante semanas fuimos recopilando prendas usadas de este material. Veíamos el riesgo de parecernos a otras propuestas ya muy usadas (p.ej. MAD MAX o STAR WARS) en donde se conjuntan simbolos y diseños facilmente reconocibles por el subconciente. En este punto decidí estudiar los trajes tradicionales de los guerreros escocéces de la época. Con esa inspiración tomé una vieja chaqueta de cuero que me regaló mi amigo Ricardo el día que salí de Barcelona para buscarme la vida en Madrid. Se trataba de un objeto entrañable para mi por todas las implicaciones que tenía, por haberme acompañado en las primeras y difíciles semanas de mi llegada a esa ciudad cuatro años atrás. Sin desdeñar el diseño original de las piezas, fuí descosiendo cada parte, dejando solo uniones en ciertos lugares para transformar la vieja chaqueta ochentera en una casáca de guerra. Los brazos terminaron por ser la parte alta de unas botas o espinilleras que prolongaban el calzado hasta las rodillas, cosidas sobre las piernas de un pantalón verde olivo de corte guerrillero (otro antiguo compañero de aventuras) y que daban a mi personaje (McDuff) un cierto aire de rebeldía, en contraste con el ajustado pantalón vaquero color granate de Macbeth (Agustín Tomás Soria) y las chaquetas transformadas tanto de éste como de Banquo (Jordi Aguilar), en color negro.
Para mí fué una gran satisfacción el descubrir como se podía resignificar un ropaje de la vida cotidiana en un vestuario teatral que pareciera ser de una época perdida en el tiempo. Aún conservo la parte de arriba de mi "traje de guerra", así como el broche que sujetaba el cierre del cuello, consistente en una pieza de latón que formó parte de un cinturón de mi ex-compañera Itzel, y con el cual también armé parte de la historia de mi personaje. Cuando estudié los vestuarios de la época y posteriores, me enteré que los hombres que partían a la batalla, aún siendo pobres, procuraban llevar consigo un botón de oro, para -en caso de perecer en el combate-, ser trasladados a su tierra y enterrados dignamente, sufragando los gastos con dicho botón. Así fué como surgió la idea de proveer a McDuff de este broche.
La metáfora de la transformación de mi ropa antigua y gastada en la vestimenta de un guerrero, me dió un impetu muy peculiar que se fué convirtiendo durante los ensayos en el eje de la estructura externa de mi personaje. Un aparentemente débil vasallo (frágil, delgado como mi constitución), terminaba por ser el motor de la rebelión, secundado por el hijo del Rey asesinado, Malcolm (Iñigo de la Iglesia).
Para el vestuario, trabajamos con propuestas colectivas y sugerencias de la vestuarista Kenza Benani, aunque más tarde fuí yo quien dió una línea definitiva a las vestimentas (sobre todo las de los personajes masculinos). Habíamos hablado de la estética decadente que deseabamos, pero necesitabamos también un punto que nos acercara a lo contemporáneo sin rozar en la obviedad. Decidimos trabajar con cuero, así que durante semanas fuimos recopilando prendas usadas de este material. Veíamos el riesgo de parecernos a otras propuestas ya muy usadas (p.ej. MAD MAX o STAR WARS) en donde se conjuntan simbolos y diseños facilmente reconocibles por el subconciente. En este punto decidí estudiar los trajes tradicionales de los guerreros escocéces de la época. Con esa inspiración tomé una vieja chaqueta de cuero que me regaló mi amigo Ricardo el día que salí de Barcelona para buscarme la vida en Madrid. Se trataba de un objeto entrañable para mi por todas las implicaciones que tenía, por haberme acompañado en las primeras y difíciles semanas de mi llegada a esa ciudad cuatro años atrás. Sin desdeñar el diseño original de las piezas, fuí descosiendo cada parte, dejando solo uniones en ciertos lugares para transformar la vieja chaqueta ochentera en una casáca de guerra. Los brazos terminaron por ser la parte alta de unas botas o espinilleras que prolongaban el calzado hasta las rodillas, cosidas sobre las piernas de un pantalón verde olivo de corte guerrillero (otro antiguo compañero de aventuras) y que daban a mi personaje (McDuff) un cierto aire de rebeldía, en contraste con el ajustado pantalón vaquero color granate de Macbeth (Agustín Tomás Soria) y las chaquetas transformadas tanto de éste como de Banquo (Jordi Aguilar), en color negro.
Para mí fué una gran satisfacción el descubrir como se podía resignificar un ropaje de la vida cotidiana en un vestuario teatral que pareciera ser de una época perdida en el tiempo. Aún conservo la parte de arriba de mi "traje de guerra", así como el broche que sujetaba el cierre del cuello, consistente en una pieza de latón que formó parte de un cinturón de mi ex-compañera Itzel, y con el cual también armé parte de la historia de mi personaje. Cuando estudié los vestuarios de la época y posteriores, me enteré que los hombres que partían a la batalla, aún siendo pobres, procuraban llevar consigo un botón de oro, para -en caso de perecer en el combate-, ser trasladados a su tierra y enterrados dignamente, sufragando los gastos con dicho botón. Así fué como surgió la idea de proveer a McDuff de este broche.
La metáfora de la transformación de mi ropa antigua y gastada en la vestimenta de un guerrero, me dió un impetu muy peculiar que se fué convirtiendo durante los ensayos en el eje de la estructura externa de mi personaje. Un aparentemente débil vasallo (frágil, delgado como mi constitución), terminaba por ser el motor de la rebelión, secundado por el hijo del Rey asesinado, Malcolm (Iñigo de la Iglesia).
En breve les ofreceré el video de mi participación en esta producción.
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