El pasado viernes 7 de marzo de 2014 me acerqué a la
Embajada de México en España para recoger mi pasaporte mexicano renovado,
requisito indispensable para después retirar mi nueva tarjeta de extranjero en
la Brigada Provincial de Extranjería en Aluche, al lado de donde se ubicaba la
antigua cárcel de Carabanchel, y donde actualmente se ubica el Centro de
Internamiento para Extranjeros (CIE).
Me esperaba un día cargado de sorpresas.
Justo en el momento en el que aguardaba en la cola,
esperando mi turno para obtener de nuevo la autorización para seguir viviendo
en España (esta vez por cinco años más), un mensaje de texto entró en mi
teléfono. Era Margarita, mi pareja, que había estado llamando esa misma mañana
al Ministerio de Justicia para informarse sobre mi trámite de nacionalidad por
Ley de Memoria Histórica.
Han pasado cinco largos y penosos años desde que inicié el
proceso en 2009. Mi solicitud fue denegada, debido a la falta de partida de nacimiento de mi abuela
(que no fue encontrada en el Registro Civil Central de Madrid). Sin embargo, se
habían presentado documentos suficientes que comprobaban que nació en Madrid en
1924 y que salió exiliada con sus padres hacia Francia (y posteriormente a
México) al terminar la guerra.
Acompañaban mi solicitud: Certificación Negativa del
Registro Civil (dicho documento da por sentado que no existe la partida de
nacimiento en el registro, pero no cierra las puertas a la posibilidad de que
el nacimiento haya sucedido); un salvoconducto de la Embajada de México en
París (fechado el 4 de julio de 1939); registros del Archivo General de la
Nación de México que certifican la llegada de mi abuela y bisabuelos por barco
a Veracruz a bordo del el vapor “Mexique” el 27 de julio de 1939; cartas de mis
bisabuelos pertenecientes al Ministerio de Exteriores de España, como parte de los archivos de la Junta de Auxilio
a los Republicanos Españoles (JARE); comprobantes de escolarización de mi
abuela en México; así como su carta de naturalización como ciudadana mexicana
(tuvo que renunciar a su nacionalidad española).
En otros 11 casos (de familiares directos míos), dicha
documentación fue suficiente para concederles la nacionalidad, pues sus
solicitudes fueron inscritas en la Embajada de España en México (dependiente
del Ministerio de Exteriores). Sin embargo, la mía se hizo en el Ministerio de
Justicia en Madrid…
Después de un año de silencio (las cosas de palacio van
despacio), recibí la noticia de la denegación. Con el apoyo y la orientación de
la presidenta de la Asociación de Descendientes del Exilio Español, Ludivina
García, y con la asesoría y el trabajo de la abogada, Africa Sánchez Bayton,
hicimos de inmediato un recurso de apelación a la decisión de la
administración.
Un año más tarde seguíamos sin noticias (las cosas en
palacio… van aún más despacio). Mi abogada decidió que era momento de llevar
adelante una demanda contencioso-administrativa contra el estado. Así lo
hicimos… pero el silencio continuó. Hasta que, a solicitud (e insistencia) de
la abogada, fuimos informados de que la demanda no procedía por no ser de
carácter contencioso-administrativa sino civil…
Mi desesperanza, paciencia y cansancio llegaban al límite.
El 25 de febrero de este año, mi abogada me informó de que
ya parecía ser un hecho que mi caso había sido resuelto favorablemente, pero
que habría que esperar a que el Registro Civil me hiciera llegar mi nueva
partida de nacimiento española. Entusiasmado, pero escéptico, intenté no
albergar esperanzas de más hasta no ver en los hechos que dicho trámite
sucedía. Lo prudente era esperar hasta el día 6 de marzo en que se cumplía un
mes de la resolución. El 6 de marzo llegó y el buzón seguía sin recibir la
ansiada notificación, por lo que Margarita (mi pareja) se decidió a llamar el 7
de marzo y confirmarlo definitivamente.
¿Qué clase de sincronicidad se conjugó para que el 7 de
marzo de 2014 tuviera que recoger mi pasaporte mexicano y mi tarjeta española
de extranjero? No lo sé. Pero lo cierto es que justo en esa cola de Extranjería,
a las 10:25 de la mañana recibí la confirmación definitiva en el SMS que decía:
“ SÍ!!!! TIENES LA NACIONALIDAD”. Por una extraña broma del destino, la misma
mañana había recibido un documento que reafirma mi identidad legal mexicana y
estaba a punto de recoger la tarjeta que me acreditaba como “extranjero legal”
en el país de mis antepasados… pero dicho documento ya formaba parte del
pasado, pues desde el 6 de febrero de este año yo ya era oficialmente español.
Esa misma tarde teníamos planeado ir al teatro. Días después
he caído en la cuenta de esta otra coincidencia: La obra que fuimos a ver fue
escrita por un mexicano, habla de México… pero era representada por españoles.
La última sorpresa me llegó al día siguiente, cuando,
revisando mis pasaportes anteriores, encontré el sello que certifica mi entrada
a España por primera vez en la vida. La piel se me puso de gallina al mirarlo… se
cumplían exactamente 15 años de mi llegada el 8 de marzo de 1999.
Hoy, por fín, después de una larga espera, he recibido el único
regalo que esa niña de 14 años que salió a pié por los Pirineos hace más de setenta
años podía legarme: la posibilidad de sentir que en cierta forma estamos de
vuelta en casa.
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Un gran abrazo y mi agradecimiento a tod@s l@s que me han
apoyado durante estos duros años. Principalmente a Margarita, Ludivina y África,
por su trabajo y tenacidad; A mis tías, tíos, primas y primos por todo el apoyo
y afecto; a mi prima Alejandra, por quien tuve el primer contacto con el resto de
la familia; a Pilar Álvarez Laso, que me ayudó a dar los primeros pasos orientándome
sobre Ley de Memoria Histórica; a mi tía Libertad y mi prima Gabriela por habernos
conocido, por que haya sido en Madrid y por la oportunidad de acompañarlas un
ratito en su propio camino de reparación histórica; a mi primo Daniel, mi tía
Rita, mi prima Sofía, mi hermano Giancarlo, Lupita y a Carlos por contribuír
para que toda la documentación necesaria me llegara hasta Madrid.