jueves, 30 de julio de 2009

Un año sin Alejandro

Hoy hace 365 días me llamó a casa, a nuestra casa, mi amiga, mi hermana, Aleyda. Estaba en una junta con Teresa Franco, discutiendo con su grupo lo que harían para solucionar el problema que se generó en Almagro con "Los Empeños de Una Casa". Ahí les dieron la noticia: Alejandro Aura se había ido del mundo.

Quedé desolado. Era el último padre que había adoptado en mi eterna busqueda de esa figura paradigmática que llenara el vacío que dejó el que me trajo al mundo.
Hoy que vivo en Madrid, hace apenas unas horas, recibí un correo de mis tías informandome que mi padre (el biológico) había nacido el 28 de marzo de 1944, es decir, 26 días después que Alejandro. Fué registrado en Santa María la Ribera... es decir, la colonia vecina a la San Rafael, donde nació Alejandro. ¿Será que esos dos niños cruzaron alguna vez sus pasos?

Hoy hace muchos insomnios que no tengo padre biológico, pero en su familia me ha sido devuelto.
Hoy hace un año que mi último padre adoptivo me dejó huerfano, pero me sigue susurrando y haciendo guiños. Basta poner atención para encontrarle entre las "coincidencias" que tan a menudo me invaden....

"Cuando acabe este verso que canto
yo no sé, yo no sé madre mía
si me espera la paz o el espanto,
si el ahora o si el todavía

Pues las causas me andan cercando
cotidianas, invisibles;
y el azar se me viene enredadndo
poderoso, invencible..."
(Silvio Rodríguez en "Causas y Azares" - 1986)

Hoy, hace un montón de exilios que Alejandro me acompaña. Su libro "Tambor Interno" le dió palabras a mi alma durante mucho tiempo. Hoy también, se abre la posibilidad de seguir encontrando a mi familia, de asentarme en España... y de "volver a casa" ...

Vaya un abrazo enorme a Alejandro, allá donde está. Tal vez al lado de mi abuela, bailando chotis o danzón; tal vez tomando un ron con mi tatarabuelo Ángel y discutiendo sobre poesía y barcos.

Hoy, desde Madrid te recuerdo con una sonrisa, porque me dejaste también amigos y me compartiste un trocito de tu universo... ¡Querído Alejandro!



lunes, 27 de julio de 2009

OJOS ESPAÑOLES Mis raices y el exilio

Uno cree que sabe todo de si mismo. Ostenta máscaras, títulos y apellidos durante años sin entender realmente "quién" o "qué" se es (aunque se autoengañe contando lo contrario).

Como actor he enfrentado retos maravillosos; personajes que se alejaban diametralmente de mi vivencia y mi concepción del mundo. Ahí radica el juego maravilloso de "interpretar": intentar ser otro que no se es... o simplemente mimar la parodia de un arquetipo asimilado por las neuronas y admitido sin más por la costumbre del intérprete de las mil máscaras que "juega" a ser otro... arriba y abajo del escenario...

El 20 de mayo de 2006 estrenaba
"Litoral" de Wajdi Mouawad, "en mi país natal" (como diría el personaje "Tomás" en la obra), bajo la dirección de Hugo Arrevillaga.
Una historia que habla del EXILIO. Un padre que muere en tierras ajenas a su patria por causa de la guerra. Un hijo que se da a la tarea de devolver el cadáver en descomposición de un padre que no conoció, para enterrarlo en esa tierra natal llena de recuerdos felices y amargos de la guerra. Un viaje solo de ida hacia el encuentro de la propia identidad.

Entonces me tocó representar a ese padre. Y que difícil es hablar con verdad sobre un exiliado de la guerra en un país al otro lado del mar... ¡una realidad que creía bastante lejana de la mía!
Representar a un padre desconocido por su hijo que narra extemporaneamente sus desdichas y sus alegrías, sus lágrimas y sus nostalgias a un hijo que solo conoció la versión de las tías maternas que le hablaron mal de él toda su vida... (una realidad más cercana a mí, pero donde el papel que me correspondió en la realidad no fue el del padre, sino el de hijo)
Y algo que parecía aún más lejano que todo lo demás: Una madre muerta, unas cartas, una historia contada a medias.


Pero entre toda esa "irrealidad" siempre encontré algunas claves diafanas y universales: "(...) casi siempre estaba el mar, pero siempre había amor... mucho amor..." "(...) justo después de las risas y los llantos, las pérdidas, los gritos ; justo después está el Litoral y el mar abierto que se lleva todo..."
Nunca me hubiera imaginado que en realidad todos estos conceptos que descubrí en la ficción tenían que ver conmigo mucho más de lo que yo pensaba.

La semana que pasó, un hecho casi mágico (o una cadena de ellos) me harían comprender que tal vez mi interpretación en "Litoral" fue construida con una intuición ignorada de mi propio pasado.

Siempre tuve cierta vaga idea del origen de mi abuela paterna. Hija de exiliados, española, madrileña y poco más. No la ví muchas veces en mi vida, y la mayoría de ocasiones era yo un bebé, por lo cual todo recuerdo se vuelve más inasible. Recuerdo bien -eso sí- una visita a su casa siendo yo adolescente. Una mesa que me parecía enorme y mi madre charlando horas y horas con su suegra.
Mi abuela era muy bella y sonreía. "Sois muy majos" nos decía a mí y a mi hermano mientras nos acariciaba con ternura la cabeza y las mejillas y nos daba besos.

Pasaron los años y nunca la volví a ver. Murió prematuramente a los 64 años.
Pero si volví a ver a la madre de mi abuela -ya muy mayor- en la ciudad de Querétaro. Recuerdo su dulce coquetería al recibirnos, quería estar muy arregladita para ver a sus bisnietos, muy peinadita, a pesar del fino y escaso cabello que cubría su cabeza. Sus cejas muy bien pintadas... y su mirada... la mirada de quien ha vivído mucho, mucho, mucho...

MI BISABUELA CARMEN PARDO DE ARRIBAS EN 1930
(Archivo familia Arribas Pardo)
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En esa visita comencé a tener otras nociones de mis raices. Comprendí un poco más lo que significaba "exilio". Escuché a mi bisabuela entonar emocionada La Marsellesa y contar anécdotas de una estancia azarosa en Francia antes de zarpar en barco rumbo a México. Vagamente recuerdo haber escuchado algo acerca de su padre, mi tatarabuelo. Un hombre de barba y traje militar de gala, que posaba orgulloso en un portaretratos colocado en un sitio privilegiado de aquella habitación. Algunas veces, en los años que siguieron, llegué a tararear aquello de: "¡ay que bonita espada de mi abuelito el coronel! / deja que me la ponga y entonces dime si asi era el"... pero el sentido era ya distinto; la canción no me hablaba de la misma forma que cuando -de muy pequeño- la escuché por vez primera. Ahora me despertaba la emoción y curiosidad encerradas en su primer verso: "Dame el llavero abuelita y enseñame tu ropero..." Durante años esperé sin saber bien qué. Por temporadas olvidé aquella historia y decidí archivarla como un cuento infantil de mi memoria.
La vida me trajo y me llevo entre España y México varias veces. De vez en cuando regresaba la canción maravillosa de Cri-Cri a mi memoria: "Dáme el llavero abuelita, y enseñame tu ropero / con cosas maravillosas y tan hermosas que guardas tú..."
El 22 de julio de 2009, la llave del ropero de mi abuela llegó a mi de la mano de una tía que aún no conozco en persona, pero que ya empiezo a querer como si siempre hubiese estado ahí. Tal vez siempre estuvo... también sus hermanas.
Aquel ropero por fín se ha abierto, y ha resultado ser una caja de Pandora...

El 27 de julio de 1939, hace -hoy- exactamente 70 años, atracó en el puerto de Veracruz el vapor "Mexique" de la "Compagnie Générale Transatlantique".

No se trataba de un viaje de placer. Era el segundo que aquel barco realizaba a México con víctimas de la
Guerra Civil Española a Bordo. La primera travesía, en junio de 1937, había traido sanos y salvos a los hijos de los combatientes republicanos conocidos como
"Niños de Morelia". En esta ocasión, tanto adultos como niños llegaban con la esperanza de reahacer sus vidas... y tal vez volver muy pronto a una España en paz.
Entre las familias que descendieron del barco había una niña de 14 años y mirada hermosa a pesar de lo vivído: María. Hija de Pepe, un republicano salmantino que hacía caricatura política en el periodico "El Socialista" y Carmen, ama de casa, hija de un condecorado capitán de fragata, nacido en el Ferrol y heroe de la guerra en Filipinas... "¡ay que bonita espada de mi (tatara)abuelito el coronel! / deja que me la ponga y entonces dime si asi era el"...
MI TATARABUELO ÁNGEL PARDO Y PUZO
(Archivo familia Arribas Pardo)

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En solo tres días y gracias a mis tías y mi prima obtuve información suficiente como para comenzar a reconstruir una parte desconocida de mi mismo. Internet y la biblioteca de mi barrio aportaron otro tanto.
Hoy hago un homenaje conmovido a esa niña de catorce años que debe haber abierto maravillada los ojos al descubrir el trópico mexicano, sus frutas exóticas, su música y su gente. A esa niña que inició una nueva vida al otro lado del mar y que tal vez nunca imaginó que setenta años después tendría a un nieto mexicano observando maravillado la Puerta del Sol en Madrid y encontrando un nuevo significado a su propia vida "...a los niños en estos tiempos los mismos cuentos les gusta oir"

Pero este cuento pertenece también al gran cauce de la otra historia, la de todos, la de México, la de España y la del mundo. Por eso hoy dedico esta parte de mi descubrimiento personal a todos aquellos que han sufrido el exilio, la carcel o la muerte por causa de las absurdas guerras, a los que sufrieron el horror en ambos lados, a los que se fueron y a los que se quedaron.

En particular un abrazo cariñoso a esa familia que el destino alejó de mí; y otro fuerte y fraternal abrazo a todos los descendientes de los pasajeros del "Mexique". A aquellos que hace setenta años, después de librar los campos de concentración fascistas y los submarinos alemanes entraron a salvo en el Golfo de México.
Tal vez mi abuela compartió juegos y esperanzas con los tuyos, en altamar, en la incertidumbre, en la ruta del exilio...


HOJA DE IDENTIFICACIÓN DE MIS BISABUELOS Y MI ABUELA
EXPEDIDA POR EL CONSULADO MEXICANO EN FRANCIA
(Archivo General de la Nación / Instituto Nacional De Migración)